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JESUS Y SU MENSAJE.
PARTE I...

Continuemos con nuestro tema la naturaleza de la influencia.... Puntualicemos.

Hasta aquí, queda claro que somos influenciados por el mundo de los espíritus; que la naturaleza de esa influencia depende de lo vivido por la naturaleza humana del espíritu y que hay una diferencia entre la influencia cristológica y las otras influencias puesto que Cristo – Espíritu pregunta al hombre si quiere ser influenciado o no; en otras palabras, Cristo – Espíritu tiene en cuenta la decisión del hombre.

Ahora, ¿de dónde proviene la influencia de Jesús? Es decir, ¿quién influyó en Él? Si Jesús sabía cuál era su destino (la cruz), ¿sería posible que quién influyó en Él hubiese tenido el mismo destino? ¿Quién enseñó a Jesús todas las verdades que profesaba? ¿Sería posible que quien haya sido perteneciera a la probable comunidad de los Esenios de donde se cree pasó parte de su vida estudiando las Escrituras? Todo esto suponiendo que a Jesús le fue transmitida la verdad por los hombres.

Hablando de la naturaleza de su influencia, los escritos neotestamentarios no referencian a nadie. Sólo a Dios. De ser así, ni quien enseñó a Jesús las verdades; ni nadie más ha tenido la influencia directa de Dios (¿especulo?: ¿Abraham y los antepasados?) como la tuvo Jesús. ¿Por qué? JESÚS NO SE CREYÓ DIOS; pero sí decía que a través de Él, se llegaría a conocerle. ¿Quiso decir Jesús que Él era la única vía, medio, instrumento, camino para llegar al Padre o que creyendo en lo que Él creía, llegaríamos a acceder al Padre como Él lo hacía? Obvia la respuesta. Jesús se sentía plenamente humano; uno diferente de los demás por la forma como se comunicaba con el Padre y porque a través de su fe, sabía que podía hacerse UNO con Él. ¿Acaso no fue esto lo que intentó decirnos Jesús? Está claro, Jesús y Dios no son la misma persona; pero sólo se tiene acceso a Dios a través de la forma como Jesús lo hace. En un pasaje bíblico se expresa que Jesús dijo que si creíamos poder hacer las cosas que Él hacía, las haríamos y muchas otras más. Jesús no dijo que sólo Él, las podía hacer. Cuando hablaba del Padre decía que si le pedíamos algo se nos concedería, si creíamos. Eso demuestra que el poder está en nosotros y no en la creencia en Él como único ser con poder. Si creemos en Jesús como único ser con poder entonces nuestro poder está en esa creencia.

Lo que trato de decir es que a Jesús no le importó tanto que creyeran en Él como el que creyeran. Cuando le traían los enfermos preguntaba “¿crees que yo pueda hacer algo por ti?” Y luego decía, “entonces que se haga conforme has dicho” o “que se haga conforme has creído” o “tu fe te ha salvado”. Él no decía: “yo te sané”. TU FE; LA TUYA… El poder yace en el interior, en la creencia de ser sanado. Ese es el punto. Eso es lo que salva.

Hace poco vi una película llamada Estigma. El film al terminar más o menos decía que se había encontrado un evangelio que se cree fue escrito por uno de los seguidores directos de Jesús y una de sus frases era “pon tu fe en un pedazo de madera y allí estaré” ¿No es lo mismo que quiero decir? Jesús es el nombre de alguien que existió; pero también es el nombre de alguien que nos enseñó el valor de la creencia. Jesús es el nombre de nuestra creencia. Nuestra fe se llama Jesús; pudo haberse llamado Mahoma; Buda; Lao-Tse o como fuera. A nuestra fe, al poder de creer, lo hemos llamado Cristo- Jesús porque ha sido el único hombre cercano a nuestro tiempo, que nos mostró sencillamente que el poder de creer está en nosotros y que ese poder nos viene de Dios sin intermediaciones. Un Dios que es amor y que nos ve como proyecciones de su amor. Allí está la diferencia. Cristo- Jesús comprendió eso y lo manifestó y lo que probablemente nos trató de comunicar al emitir que Él era “el camino, la verdad y la vida” no era tanto la exclusividad de su ser, de su esencia sino su manera de integrar a Dios en su humanidad. Por eso es paradigma, es modelo, es ejemplo. Lo que ha pasado es que la doctrina sobre Jesús ha desvirtuado su mensaje.

Hace poco hablé con mi amigo Al y cada vez me convenzo más que tengo razón. Le hablaba yo de mis confusiones y él decía que mucha gente debía quedarse no más con las Escrituras tal como estaban; porque el estudio de la Biblia texto por texto, libro por libro a algunas personas no les hacía bien; ya que terminaban confundidas. Yo estoy de acuerdo con eso y puedo añadir algo más. Pienso que no algunas personas, sino toda la gente influenciada por esas mismas personas, a otras sin embargo el estudio los lleva a un nuevo nivel de conocimiento. Él expresaba que toda la verdad estaba en la Biblia y que mucha gente que la estudiaba se creía con la verdad para cuestionar todo lo que en ella se decía y por eso se alejaban de la Iglesia; por eso se confundían. Entre otras cosas, yo no sé si lo decía por mi confusión; pero yo estoy totalmente de acuerdo con él en el sentido que anoto. Es más, recuerdo haber asistido a un seminario sobre Antropología del Evangelio y el expositor comentaba que la doctrina sobre Cristo se comenzó a realizar cuatro siglos después de su muerte, por todos los problemas que hubo; pero que lo que importaba no era tanto su doctrina como su enseñanza; como su persona. Entiendo por doctrina “reflexiones teológicas sobre Cristo; reflexiones post pascuales sobre Cristo hechas por los estudiosos”. Ál decía que las reflexiones iban y venían porque eran reflexiones de hombres; pero lo que perduraba por los siglos era lo que estaba escrito en la Biblia como mensaje de fe. Y yo digo Amén.

Lo que Cristo es, está escrito; lo que escrito está, perdura. Y lo que está escrito no es otra cosa que “historia de fe”. ¿Cuál fe? La misma de los evangélicos, testigos de Jehová, adventistas, budistas, islámicos, etc. La fe es la fe, ella es universal. Vuelvo al mismo punto: ilimitada, única. La fe es la fe; lo que hace la diferencia en todo el mundo es en donde desemboca esa fe. “Donde está tu fe, allí estaré”, lo que dijeron en Estigma que estaba escrito en un evangelio apócrifo. Se me viene a la cabeza Theillard de Chardin: “Si tú crees que Cristo está en una roca, allí estará”. Nos quedamos con las palabras y no con el mensaje. Y el mensaje es “la creencia”; es “la fe”; es “el poder de creer”; ese es el poder.

En mis estudios de Ciencias Religiosas se me ha dicho que “La historia de la Salvación no es la historia del Pueblo de Israel. La Historia de la Salvación aconteció en el Pueblo de Israel. La Historia de la Salvación es una historia de fe; es una historia de creencias”. Por eso digo, que tal vez los métodos que ha empleado la Iglesia para mantener la verdad intacta no han sido eficaces del todo; si fuera así, no habría ambigüedades en las interpretaciones. Ellas resultan cuando se quiere parcializar la verdad; pero como la verdad no se parcializa, entonces ocurren las reacciones…

… Volviendo al tema de la influencia, Dios influyó en Jesús para que “creyera”; Jesús de igual forma, influyó en nosotros. Nuestras reflexiones sobre Cristo - Jesús nos han desvirtuado de la enseñanza escrita. La verdad de la Biblia es una verdad de fe; de creencias. La misma verdad que Jesús enseñó; la misma verdad que Dios enseñó a Cristo. Tomando las frases de un poeta: “De Jesucristo pa, que vivan los hombres” y me refiero al hecho de ser los nuevos hombres que somos por las enseñanzas de Cristo; no por las reflexiones sobre las enseñanzas de Cristo… ”¡AMEN!”

Soy yo la que escribo...


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