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ESTA INTENSIDAD DIGNA DE TI

Fue en esta casa donde vivo ahora. Ya me había mudado a la mía; pero acostumbraba almorzar aquí. Hacía días había notado su ausencia. ¿Dónde está Papo? -Pregunté.
Está en el callejón. -Me respondió uno de mis hermanos.

Pasaron los días y mientras almorzaba, lo sentí quejarse. Así que me dirigí al callejón mientras lo llamaba. La escena que vi, fue muy desoladora. Jamás imaginé encontrarlo en ese estado tan deplorable. Tan solo, aislado, descuidado. La mascota alegre y activa que había dejado cuando me mudé, no existía. Era sólo un cuerpo enfermo, triste y lleno de garrapatas.

Lloro, Siempre que hablo de ésto, no dejo de sentir un profundo dolor. Reconozco que no lo he superado. A lo largo de la vida, tuvimos muchas mascotas; pero, aunque no llegó a casa siendo la mía, la conexión con él, fue muy especial. Con él, conecté de una forma que no hice con ningún otro animal, incluso puedo decir que, con ningún ser vivo. Cuando partió, supe que jamás tendría otra conexión igual...

Han pasado muchos años desde que lo acompañé en su transición. Ocho años ya, desde aquel día de octubre del 2017 cuando dejé de almorzar por ir a atender su llanto lastimero. Tardé ocho largos años en realizar este escrito. Simbólico, otro ocho que se suma a la lista. Sabía que se lo debía. Le debía este reconocimiento. Y también me lo debía. Es el duelo, a aquella parte de mi, que creció y se desarrolló con él... Lloro. La conexión con los animales es algo que no se puede entender... Sólo sentir. Y aunque la relación con los humanos puede doler mucho cuando se van, ésto, se siente distinto. Es un dolor muy distinto... puro, transparente, profundo, desgarrador. Es el dolor de un ser que siempre estuvo para ti, de manera incondicional... Y desprenderse de eso, es muy intenso.

Hablar de mi relación con Papo en sus inicios es hablar de la rabia que me daba al encontrar mi cama llena de sus gracias. Sus antiguos dueños dormían con él, así que cuando llegó a casa por mi hermano, fue empezar ese proceso de enseñarle a dormir afuera y estar lejos de las habitaciones. Por eso, lo regalaron. Porque por no educarlo, hacía sus gracias en la cama de su pequeño dueño... Así que, ese fue mi primer contacto con él...Enojarme porque encontraba mi cama sucia casi que a diario y eso implicaba no sólo cambiar las sábanas sino lavar y asolear el colchón... y decirle, a veces, en tono no muy bonito, que no lo quería ver en mi cuarto... Que se mantuviera lejos de mi y de mis cosas. Eso no pasó... Y con el tiempo, entendí por qué...

Unido a ello, mi hermano, jugueteaba mucho con él. Lo adiestraba, lo ponía a saltar un muro bastante alto, a caminar en dos patas; a pasar obstáculos, a recoger cualquier objeto que le tirara... Parecía un perro circense. Daba gusto verlo juguetear...

Mi hermano salió del país, así que el perro quedó en la casa... A cargo de todos... y a cargo de nadie... Sintió mucho la ausencia de mi hermano. Un mes antes, mi abuela había partido. Y otros meses más atrás, a mi papá le habían diagnosticado cáncer de garganta. Al partir mi abuela, mi hermano con Síndrome de Down, se alteró, estuvo en tratamiento psiquiátrico; decía que había visto a mi abuela irse al cielo. Así que después de cuatro de la tarde, no quería entrar a la casa. Fueron momentos muy duros para la familia. Ese año, 2003 fue un año, muy intenso... nos teníamos que turnar para dormir en la terraza con él y para que no nos enfermáramos todos. Eso y que también en horas de la tarde, le daba por caminar y muchas veces perderse fue el pan de cada día después que mi abuela materna hiciera la transición. Papo por supuesto, fue protagonista en esa historia porque nos sentíamos seguros con él, acompañándonos a dormir afuera. Aunque era un perro pequeño, además de mostrar sus dotes de cazador, era un buen cuidador. 

Así que fueron cuatro momentos emocionales muy duros ese año. Enterarnos que mi papá tenía cáncer; que mi abuela partiera a finales de octubre, que mi hermano con Down se trastornara y que, otro de mis hermanos,  el dueño de Papo, se fuera del país Todo eso, nos mantuvo desenfocados como familia. Decidimos mudarnos.

En el sitio donde nos mudamos, Papo tenía espacio suficiente para estar. Había un patio grande con tres árboles frutales, aún así, a veces hacía sus gracias en la cama. En mi cama. Como para variar. Ahora entiendo, que era porque en los años siguientes, nuestra relación iba a ser estrecha. Pero en esos momentos, no quería otra cosa que regalarlo. Pero no era mi perro. Así que tuve que aceptar esa pequeña tendencia suya. 

Hubo otras mascotas, otros perros y gatos que llegaron a nuestro seno; primero sintió celos; pero por alguna razón o se perdían o no se daba que se quedaran en casa, así que él, nos acompaño por mucho tiempo y en solitario.


Continuó mostrando sus dotes de cazador, en esa casa; en las noches lo sentía saltando la paredilla, cazando las ratas que caminaban por allí... las encontrábamos muertas con heridas en la cabeza. Yo aún con la tensión a mil ya que dormía prácticamente en el cuarto que quedaba contiguo a la puerta del patio, estaba tranquila, porque escuchaba todas sus aventuras de cuidador y cazador. Nos mudamos a dos casas. Alli, mi papá partió, dos años después mi abuelo materno y posterior a ello, nos volvimos a mudar a esta casa. Y fue cuando, cuando vimos su agilidad extrema para cazar ratas y ratones. Esta casa queda en una zona mucho más comercial que la anterior y en aquel entonces, tenía ventanas de persianas a la que les faltaban unos vidrios cuando nos mudamos, así que eso era un aeropuerto de roedores. Encontrábamos dos, tres y hasta cuatro ratas en el callejón muertas todos los días. Así fue hasta cuando hicimos adecuaciones y los animales se ahuyentaron por sus presencia. De verdad que era de admirar su instinto cazador. Ni qué decir de los ladridos que lanzaba cuando algún desconocido llegaba a la casa. Hasta cuando le decíamos: Papo ya, cálmate. Y de allí, no se despegaba salvaguardándonos ante una posible amenzada.

Previo al tiempo de su partida, nuestra relación se empezó a consolidar. Mi hermano volvió luego de cinco años fuera del país; pero ya su relación con él, no fue la misma. Él, también la sintió. Así que este pechito, en medio de no querer queriendo, asumió gran parte de su atención. Fue antes y después del nacimiento de mi segundo hijo y con él, también la relación fue especial. Fueron sus primeros años, así que hubo un contacto bonito con Papo. No ocurrió lo mismo, con otras mascotas que volvieron después... pero con Papo fue también especial.

Parte de las lecciones que he tenido a través de él, las relato en el escrito: Y conocí el amor... Aquí puedo decir, que todo eso se tenía que dar para poderlo despedir. Ha sido lo más duro que he sentido. Porque no sólo fue acompañarlo a irse sino también saber que lo que estaba sosteniendo a nivel energético iba a recaer sobre mi mamá... Y asi, fue... Yo, he vivido en culpa muchas, muchas veces por sentir anticipadamente. Con su partida, fue más que evidente lo que iba a pasar... Aún así, aunque lo supiera, no sabia cómo se daría sino hasta que ocurrió: tres meses después, mi mamá terminó amputada de la pierna izquierda. Y obvio, me culpé por eso. Y sí; eso también es lo que vienen a hacer las mascotas. No sólo son mascotas; son seres de luz que hemos elegido tener como nuestros compañeros de camino; como nuestros maestros de bienestar y de aprendizaje. Están en nuestras vidas de una forma inimaginable; por eso, el vínculo que se crea con ellos es tan fuerte. Y como una de sus funciones es ser nuestros cuidadores, lo hacen incluso, sosteniendo las energías enfermas; distorsionadas y contaminadas tanto de nuestro campo electromagnético como el de nuestros espacios. Ellos son muy intuitivos y pueden captar enfermedades mucho antes de que se manifiesten porque su nivel de acción no se limita sólo a este plano físico. Nada más es observar la sabiduría animal para darse cuenta que ellos también se  anticipan. Por eso y aunque lo hagan de manera natural, no está demás ayudarles a descargar todo aquello que sostienen que no les pertenece. Son seres que están allí, puestos y dispuestos para servirnos de múltiples formas. Qué bendición es esa la de poder contar con ellos.

Así que, volviendo a ese día, en medio de llanto por la escena, le dije que ya era suficiente; que ya su biología estaba agotada sosteniendo algo que no le pertenecía; que le agradecía por tantas alegrías y tantas oportunidades que nos había dado para demostrarnos su amor. Que le agradecía su servicio. Que me perdonara las veces que no lo comprendí... Lloro... lloro a quien me mostró el valor de la lealtad y el valor del pleno compromiso hasta su partida. Que ya estaba bueno. Que ya no más. Que se fuera sabiendo que había cumplido su misión a cabalidad con la familia. Que su misión de acompañamiento había llegado a su fin y que ya no tenía que seguir sosteniendo nada. Que se fuera por él. Por su vida, que dejara de sostener lo que no le pertenecía y se fuera en paz... Que su deber había llegado a su fin y que ahora era tiempo de descansar e irse feliz por el deber cumplido... Que del otro lado, le estaban esperando y le aplaudían por su hermosa labor... Que se iba con mi reconocimiento y que yo lo hacía en nombre de todos...Eso fue muy duro. Eso es muy duro... Amé esa mirada cargada de dolor no sólo físico... aún con todo y garrapatas, lo acaricié... Sentí sus ojitos queriendo estar y diciéndome ayúdame, no puedo con ésto, no hay nadie que se encargue de mi, ahora, quiero continuar, pero estoy cansado.. Cojo del mismo lado que mi mamá empezó a resentir hasta ese momento, ciego de un ojo; del mismo ojo que mi mamá perdió. Y yo, con los míos enlagunados como ahora, con ese dolor salido de las entrañas, le dije que ya había sufrido mucho; que se fuera... Lo acompañé allí por unos momentos en silencio; sumergida en el llanto, tratando de aliviar con las caricias su dolor y brindándole el agradecimiento por todo el amor que nos dio. Me tenía que ir a trabajar, aunque no lo quería dejar solo... Fue muy intenso ese momento... Me fui llorando de allí...Me limpié los ojos y me fui a trabajar. El almuerzo quedó entero, por supuesto. Al rato, dos o tres horas después, mi mamá me llamó a decirme que había partido... Que uno de mis hermanos lo había metido en una caja y lo había mandado a botar... Otro dolor que se sumó al existente. ¿Que qué? Ni una santa sepultura para la biología de aquel ser que nos sirvió tanto? Eso me lo guardé y lo expreso hasta ahora... Pienso también en eso. En darle una sepultura simbólica que sea digna de él. Ya veré cómo la preparo.

El dolor de la partida de una mascota es un dolor que no se compara a ninguno. Y aunque nuestros inicios no fueron bonitos, nuestro final resumió todo lo que vino a enseñarme... A conectar... A conocer el amor como nunca antes lo había conocido... Y doy gracias por la oportunidad de haber estado para él, en ese momento, en las varias veces que estuve para él. Así como él estuvo para mi familia y para mi, otras tantas... Doy gracias por estas letras, aunque estén cargadas de ese mismo sentimiento que tuve cuando se fue... Es el agradecimiento a tanta vida juntos; ocho años después de su partida, aún duele. Es un dolor que permanece y que paulatinamente se transforma ... Es un dolor cargado de gratitud por enseñarme a a sentirle, aún cuando sólo por gestos; por esa mirada inocente, amorosa y penetrante que tenía o por leves sonidos, respondiera a mis conversaciones con él... que fueron muchas... y aún cuando no las tenía y conectaba conmigo, allí estaba él, a mi lado haciéndome sentir acompañada. Sí, él escuchaba atento todo lo que me decía... y le decía...

Gracias Papo por enseñarme a amar... Tu lugar sigue estando en mi vida... Tu lugar no lo ha ocupado nadie más... Y así, como contigo aprendí lo que es sentirse uno con la Divinidad... así, como contigo supe lo que es el amor incondicional, hoy puedo decir, lo que es sentir el vacío que provoca tu ausencia... Mi pequeño cazador y amigo. Te amo... Y sí, aún no te supero... Aún, me dueles un montón, mi fiel amigo... Y por eso, tal vez, me haya resistido tanto a tener otra mascota conmigo... primero porque sólo a tí, te aguanté las orinadas y cagadas en mi cama y segundo porque sentir esta vulnerabilidad cada vez que te recuerdo es muy intensa... Y lo he intentado... tú sabes que sí, he intentado darle espacio a otra mascota...

Pues bueno, estas líneas pudieran ser más... Sólo Dios sabe todo lo que vivimos juntos y el nivel de conexión al que llegamos... Es una parte de Él, que se fue contigo... Es una parte de mí, que también se ha ido...por lo pronto, te cumplí, amigo... Ocho años después, te cumplí... Cumplí el haberte dedicado si no la más, una de mis más sentidas líneas... Gracias negro hermoso por esta intensidad digna de ti... Un abrazo donde quiera que estés fuera de mi... porque aquí, en mi corazón te sigo sintiendo, amigo...

Con todo el amor y la gratitud por lo aprendido y con todo el dolor por tu partida, Papo...

Yarith Cecilia.
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