Estaba pensando sobre qué escribir cuando de pronto escuché a la Super Orquesta de Puerto Rico interpretar la canción que lleva el título de mi escrito. Mis pensamientos se detienen y yo me encuentro absorta en la letra de esa melodía… Un sentimiento de paz, de alegría y de afirmación de lo que penetra en mis oídos me embarga...
Cómo no creer en Dios dice el coro después de una ola de razones que comienzan en el corazón del compositor ¿Y es que hay algún otro sitio en el mundo más grande y con mayor poder que el corazón del hombre? ¿Tuvo Dios alguna razón para pensar que sería ese el último lugar que el hombre escogería para encontrarlo? Es cierto que Dios está en todas partes; pero también es cierto que si cada hombre que existe en la tierra no siente la presencia de Dios en su vida difícilmente logrará hallarlo en todo lo que le rodea.
“Te llevo desde niño muy adentro… en mis sueños cada noche estabas tú…” textualmente expresa la nota musical. Desde pequeños nuestra vida está ligada a Él y nada de extraño tiene si Él nos creó. La idea de Dios nos es transmitida por nuestros padres; esa idea se estanca o madura a través de nuestra existencia; cada uno lo percibe a su manera y aunque muchas veces parecerá que podemos sentirlo, rara vez eso ocurre de a de veras.
Recuerdo a un amigo a quien quiero mucho… el Padre Al, como cariñosamente le llamo. En una oportunidad dijo algo muy cierto; creo que ni se imagina cuánta verdad manifestaron sus palabras: “Tú no has sentido a Dios; chispazos, luces de Dios te acompañan; ráfagas de Dios”… Estas no fueron sus palabras exactamente; pero ese fue el mensaje que transmitió y que percibí en ellas. La canción que menciono en una de sus líneas dice: “Te siento en mi pecho a cada instante”. Decir eso es estar consciente las 24 horas del día, los 365 días que tiene el año que mi corazón está latiendo y que ese latido es Dios en acción. ¡Wow! Realmente quisiera llegar a ese estado de consciencia.
Como alguien que trabaja esforzadamente en controlar sus emociones y vivir en “consciencia” es supremamente difícil mantener un solo pensamiento fijo en la mente; de ahí la alusión al comentario de Al… La idea de Dios nos viene por momentos; ahora si esa idea está tan anclada en nuestro interior es aún más difícil ser consciente de que lo que sentimos es Dios en acción. Hacemos una cantidad de cosas en un día; hablamos con mucha gente y estar conscientes de que cuando tenemos sed; cuando sentimos hambre; lo mismo que cuando nos enfurecemos; estamos tristes; tenemos miedo; somos felices y estallamos de gozo, somos Dios en acción…. Aunque hagamos cosas que tengan un sentido pastoral, no somos conscientes a cada momento y en cada instante de que somos Dios en acción. No somos conscientes, es obvio que no; si nuestra mente reflexionara de que cada cosa por pequeña que fuera; tan desapercibida como lo es el parpadeo que hacemos cada tres o cuatro segundos es la acción de Dios, nuestra vida reflejara sólo la acción de Dios en buenas obras que se hacen porque somos buenos; nuestro corazón no dejaría de sentir rabia, tristeza, alegría o miedo; pero estaríamos tan conscientes, que seríamos Dios en acción a pesar de ellas, precisamente porque estaríamos por encima de ellas y no nos afectarían. Es decir, actuaríamos, seríamos nosotros en lugar de ser las reacciones a nuestras emociones.
Al, ¡cuánta sabiduría encierran tus palabras! Nuestra vida sólo percibe las ráfagas de Dios, los chispazos de Dios en los momentos en que somos conscientes de su existencia en nosotros. En el instante en el que me hablaste me molesté porque decía que tú no estabas en mí, ni mucho menos sabías cómo, con qué frecuencia y con cuánta intensidad sentía la presencia de Dios; luego me dije que tenías razón, en parte; hoy no me cabe duda de que hablaste en verdad.
Sentir la presencia de Dios es un proceso; como el proceso de ser persona. ¡Dios, tus obras y tus designios son grandes y nadie los puede abarcar, mucho menos entender! Esconderte en el lugar más fácil y más difícil de hallar; en el lugar más accesible y menos accesible fue lo mejor que pudiste hacer por nosotros y quizás lo más complicado también. Sigo pensando en el artículo anterior: TODO COMIENZA Y TERMINA EN UNO MISMO Y POR UNO MISMO; VIDA-PROPIA VIDA-VIDA; VIDA-DIOS-VIDA (léase: vida-propia vida/ propia vida-Dios; vida-Dios/Dios-vida).
Los sentimientos son primero pensamientos. En el mundo mental es donde comienza y termina la vida; de ahí que podamos vivir sin padre, ni madre; sin hijos; sin amor; pero nunca sin Dios; porque somos Dios mismo actuando. Decir que Dios no existe; decir que no se cree en Dios equivale a decir que somos una mentira, una ilusión. ¿Cómo no creer en Dios si su acción somos nosotros y todo lo que nos rodea? Decir que Dios no existe es decir que no existimos; no podemos vivir sin Dios porque no podemos vivir sin nosotros. ¿Cómo no creer en Dios?
Cómo no creer en Dios dice el coro después de una ola de razones que comienzan en el corazón del compositor ¿Y es que hay algún otro sitio en el mundo más grande y con mayor poder que el corazón del hombre? ¿Tuvo Dios alguna razón para pensar que sería ese el último lugar que el hombre escogería para encontrarlo? Es cierto que Dios está en todas partes; pero también es cierto que si cada hombre que existe en la tierra no siente la presencia de Dios en su vida difícilmente logrará hallarlo en todo lo que le rodea.
“Te llevo desde niño muy adentro… en mis sueños cada noche estabas tú…” textualmente expresa la nota musical. Desde pequeños nuestra vida está ligada a Él y nada de extraño tiene si Él nos creó. La idea de Dios nos es transmitida por nuestros padres; esa idea se estanca o madura a través de nuestra existencia; cada uno lo percibe a su manera y aunque muchas veces parecerá que podemos sentirlo, rara vez eso ocurre de a de veras.
Recuerdo a un amigo a quien quiero mucho… el Padre Al, como cariñosamente le llamo. En una oportunidad dijo algo muy cierto; creo que ni se imagina cuánta verdad manifestaron sus palabras: “Tú no has sentido a Dios; chispazos, luces de Dios te acompañan; ráfagas de Dios”… Estas no fueron sus palabras exactamente; pero ese fue el mensaje que transmitió y que percibí en ellas. La canción que menciono en una de sus líneas dice: “Te siento en mi pecho a cada instante”. Decir eso es estar consciente las 24 horas del día, los 365 días que tiene el año que mi corazón está latiendo y que ese latido es Dios en acción. ¡Wow! Realmente quisiera llegar a ese estado de consciencia.
Como alguien que trabaja esforzadamente en controlar sus emociones y vivir en “consciencia” es supremamente difícil mantener un solo pensamiento fijo en la mente; de ahí la alusión al comentario de Al… La idea de Dios nos viene por momentos; ahora si esa idea está tan anclada en nuestro interior es aún más difícil ser consciente de que lo que sentimos es Dios en acción. Hacemos una cantidad de cosas en un día; hablamos con mucha gente y estar conscientes de que cuando tenemos sed; cuando sentimos hambre; lo mismo que cuando nos enfurecemos; estamos tristes; tenemos miedo; somos felices y estallamos de gozo, somos Dios en acción…. Aunque hagamos cosas que tengan un sentido pastoral, no somos conscientes a cada momento y en cada instante de que somos Dios en acción. No somos conscientes, es obvio que no; si nuestra mente reflexionara de que cada cosa por pequeña que fuera; tan desapercibida como lo es el parpadeo que hacemos cada tres o cuatro segundos es la acción de Dios, nuestra vida reflejara sólo la acción de Dios en buenas obras que se hacen porque somos buenos; nuestro corazón no dejaría de sentir rabia, tristeza, alegría o miedo; pero estaríamos tan conscientes, que seríamos Dios en acción a pesar de ellas, precisamente porque estaríamos por encima de ellas y no nos afectarían. Es decir, actuaríamos, seríamos nosotros en lugar de ser las reacciones a nuestras emociones.
Al, ¡cuánta sabiduría encierran tus palabras! Nuestra vida sólo percibe las ráfagas de Dios, los chispazos de Dios en los momentos en que somos conscientes de su existencia en nosotros. En el instante en el que me hablaste me molesté porque decía que tú no estabas en mí, ni mucho menos sabías cómo, con qué frecuencia y con cuánta intensidad sentía la presencia de Dios; luego me dije que tenías razón, en parte; hoy no me cabe duda de que hablaste en verdad.
Sentir la presencia de Dios es un proceso; como el proceso de ser persona. ¡Dios, tus obras y tus designios son grandes y nadie los puede abarcar, mucho menos entender! Esconderte en el lugar más fácil y más difícil de hallar; en el lugar más accesible y menos accesible fue lo mejor que pudiste hacer por nosotros y quizás lo más complicado también. Sigo pensando en el artículo anterior: TODO COMIENZA Y TERMINA EN UNO MISMO Y POR UNO MISMO; VIDA-PROPIA VIDA-VIDA; VIDA-DIOS-VIDA (léase: vida-propia vida/ propia vida-Dios; vida-Dios/Dios-vida).
Los sentimientos son primero pensamientos. En el mundo mental es donde comienza y termina la vida; de ahí que podamos vivir sin padre, ni madre; sin hijos; sin amor; pero nunca sin Dios; porque somos Dios mismo actuando. Decir que Dios no existe; decir que no se cree en Dios equivale a decir que somos una mentira, una ilusión. ¿Cómo no creer en Dios si su acción somos nosotros y todo lo que nos rodea? Decir que Dios no existe es decir que no existimos; no podemos vivir sin Dios porque no podemos vivir sin nosotros. ¿Cómo no creer en Dios?
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