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¿CÓMO AMAN LAS MUJERES?


Las mujeres son más mentales que los hombres. Viven su idilio en la cabeza. Ellas piensan encontrar a su príncipe azul y con éste, ser feliz para el resto de la vida.

El no necesita hacer mucho esfuerzo para profesarle su amor; porque cuando una mujer está enamorada todo lo tiene en la mente. Es fácil para una mujer en ese estado ir al encuentro con su amado y celebrar con él su estado de satisfacción.

Su deseo sexual, a diferencia del de los hombres se enciende con ese alguien a quien ella ha elegido como su galán, en la medida en que éste se muestre como todo un caballero venido de los tiempos del medioevo, incluso en la relación sexual. Que la ame, que la comprenda y que la respete es todo lo que necesita una mujer para sentirse plena.

La mujer pues, se entrega al hombre por amor; se entrega con la esperanza de que el hombre entienda que brinda su esencia única y exclusivamente porque lo ama y amor es lo único que espera recibir de su pareja; por amor, es capaz de darlo todo, de hacerlo todo; ella es más hacia el hombre; es capaz de complacerle; incluso, muchas veces aunque no sienta deseos, con tal de mantenerle contento y con tal de que su recompensa sean expresiones de cariño, afecto en término de palabras, gestos y detalles.

Por eso, y a pesar de los estereotipos varoniles, no le importa mucho el físico, la condición social, la situación laboral, si ella encuentra a un hombre que la llene en ese sentido afectivo. Claro está, esto no quiere decir que la mujer no tenga ideales, que mendigue cariño o que se convierta en un ser sumiso y complaciente, no. Tal vez, en una relación, las mujeres sean mucho más exigentes que los hombres, y dado que ellas lo dan, lo entregan todo, es apenas lógico.

Por amor, la mujer es capaz de entregarlo todo, soportarlo todo, luchar por seguir adelante y mantener viva esa llama en una relación que se quiere extinguir.

¿Cuándo la mujer despierta de toda esa idealización emocional del amor? Cuando comienza a darse cuenta de eso; cuando comienza a ver la realidad tal cual es y no como la tiene en su cabeza. Cuando es consciente de que los príncipes existen en los cuentos infantiles y que ponerles esas cualidades a los hombres no los hace superhombres.

Entonces piensa que su vida con el hombre es una mentira inventada por ella y que ella es la única culpable de su destino. Sus pensamientos hicieron de su vida una ilusión y es momento de cambiarlos para cambiar su realidad.

En este punto también existe otra diferencia en la forma de amar, respecto de los hombres: Las mujeres en su proceso de ver la realidad sufren e intentan comenzar de nuevo; cuando finalmente deciden acabar con una relación, lo hacen y para siempre. Se sienten mal con ellas mismas por comportarse como tontas; pero también se sienten mal con los hombres por permitírselos y por aprovecharse de ello.

Por eso, muchas veces, la mujer le recrimina al hombre el hecho de cosificarla en la relación; en el fondo ella sabe su responsabilidad en todo lo que pasa; pero también culpa al hombre. Y ahí está la diferencia, la mujer acepta su error y el del hombre. Se siente lastimada, pero dispuesta a seguir intentándolo. El hombre, por su condición de hombre, no; a pesar de esconder su dolor con una máscara de frialdad por la pérdida, lo acompaña con la ilusión de que con otra mujer curará su pena; sucumbe ante esta situación en la soledad y se siente incapaz de expresar sus emociones y sentimientos y de confiar nuevamente en las mujeres.

El hombre sigue satisfaciendo su instinto como si con eso pudiera arrancar su sentir y pudiera olvidar. Y no porque no pueda asimilar la pérdida, sino porque el proceso es mucho más lento en los hombres que en las mujeres.

Para una mujer es fácil hablar con otros, tal vez del maltrato o de la infidelidad de un hombre en una relación que termina; le resulta natural expresar su dolor, con lágrimas, desahogos, etc. Al hombre le cuesta hacerlo.

Por todas estas razones, hay que conscientizarnos de que el hombre y la mujer, lejos de ser enemigos, son seres diferentes y complementarios y esas diferencias y complementariedades son las que hay que aprender a percibir y comprender para tener relaciones mucho más sanas.

¿Cómo percibes a tu complemento? ¿Por qué? ¿Qué estás haciendo para replantear la forma como te relacionas con tu opuesto?


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Comentarios

Anónimo dijo…
yo discrepo 77

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