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RECREANDO LA MANERA
DE RELACIONARSE CONSIGO MISMO/MISMA...

Fue en uno de esos momentos en los que Él/Ella se encontraba descansando, cuando llegaron a su mente algunos pensamientos acerca de una calumnia que le inventaron en su sitio de trabajo, en el sentido de sostener una relación sentimental con un/una compañero/compañera. Dichos pensamientos le quitaron su paz y activaron su ira. Se vio respondiendo tan sarcásticamente como pudo al que nuevamente le preguntase al respecto de la supuesta relación. También imaginó una situación en la que todos sus compañeros se encontraban departiendo en una amena reunión y aceptaría bailar con la persona objeto de la calumnia respondiendo en voz alta:

-¡Claro! Sigamos alimentando el morbo de las mentes insanas que abundan en este lugar.

Y saldría a bailar, cuando fue interrumpido/interrumpida por su jefe, un coordinador con el que había tenido problemas anteriormente por abuso de autoridad.

-Me hace el favor y me respeta. Porque usted no tiene ningún derecho de decir que yo tengo pensamientos insanos. – Le dijo el coordinador.

Él/Ella se sentía contento/contenta porque alguien había reaccionado ante su comentario y justo era la persona que sospechaba había originado semejante atropello a su dignidad.

-En primer lugar, le recuerdo que yo dije: MENTES INSANAS; en ningún momento, he mencionado su nombre. Así que si usted se lo tomó con usted, no me culpe ante ese hecho. Y en segundo lugar, yo tengo el derecho de expresar mis opiniones, porque entre otras cosas, estamos en un país que se jacta de promulgar en su Constitución, la libre expresión. Yo he aceptado el ser calumniado/calumniada directamente por esas “Mentes insanas” que abundan en este lugar y no me he exasperado. Si lo que digo, tan holísticamente, a usted le saca de sus casillas, por algo será, ¿no le parece? Y ese algo puede ser que en algún nivel usted se vea como alguien que tiene una mente insana y no lo quiera aceptar; por consiguiente, busque por todos los medios actuar en forma contraria, es decir, como alguien con una mente sana; entonces, como no acepta tener una mente insana, se defienda cuando alguien le recuerda su propia no aceptación; porque de no considerarse así, ¿qué sentido tiene defenderse de una mentira?- Apuntó Él/Ella con vehemencia, con sarcasmo y con una tranquilidad que le permitía gozarse esa situación.

Para Él/Ella, defenderse era sinónimo de asumir una acusación falsa como verdad o asumir una acusación verdadera como mentira, como en el caso del coordinador; no defenderse era asumir una acusación falsa como mentira y en el caso de que la acusación fuese verdadera y la asumiera como verdad, nadie tendría por qué opinar, es decir, tampoco se defendería. Se sentía triunfador/triunfadora; se había permitido a través de la reacción del coordinador, dejar en claro ante los demás compañeros, que ya sabía de las murmuraciones de pasillo de las que era objeto; que no tenía planes de defenderse de las mismas; que de ser ciertas, nadie tenía porqué opinar, mucho menos juzgarle. Él/Ella pensaba que no se había defendido porque directamente no había afirmado o negado las acusaciones que se le había hecho. Parecía no importarle gastar energía en ello. Claro está, que con esta disertación con el coordinador, ya se había defendido indirectamente de ellas y directamente de él. Así que mientras internamente se cuestionaba quién y para qué había iniciado todo esto y se sentía mal por ello, externamente se dedicaría a vivir su vida en una aparente normalidad.

Fue en ese momento, cuando fue consciente de todo lo que pasaba en su cabeza. Su anterior escena, no le había devuelto la paz. Había complacido a su ego, pero ello no le hacía feliz. Así que mientras se seguía observando, otro cuadro mental apareció. Se vio en otra reunión con sus compañeros de trabajo en la que fue citado/citada para nuevamente ser acusado/acusada en forma injusta, pero ahora de manera directa. Escuchó una a una las intervenciones sin interrumpir y comenzó su disertación diciendo que no se iba a defender, porque defenderse sería darle crédito a una mentira. Al llegar a este punto, se había dado cuenta que era el argumento central de la anterior escena. Él/Ella ahora redefiniría la forma de intervenir y entonces respondió:

-En estos momentos de efervescencia y calor, en los que todos los ojos se encuentran bien despiertos, los oídos bien abiertos y las voluntades y ánimos bien dispuestos a escucharme, voy a comenzar diciéndoles, que aquí y ahora, determino la luz y el amor para todos nosotros. Me disculpan si mis palabras hieren sus creencias, pero Lo que Es, ES y se expresa sin titubeos. –Apuntó, sabiendo que era su momento. Sí, era el tiempo, el lugar y la situación correcta para hablar como todo un “trabajador de la luz”. No para entrar en el drama; ni para evangelizar sino simplemente para recrear su vida y la de los que tenía cerca, mostrando otra forma de intervenir. Ah, fue consciente en ese momento que siendo “destructor de sistemas”, en esta vida, hubiese estudiado “Sistemas” y sonrió con la certeza de que esto fuese un “chiste divino” y que la misión a la que había sido convocado antes de venir a la Tierra, ya se había iniciado en ella. Continuó diciendo:

-He escuchado con atentación cada uno de sus argumentos y espero tener la sumatoria de sus tiempos para que ustedes ahora escuchen el mío; de igual forma, sin ser interrumpido/interrumpida. – Anotó.

-La ética, la moral, la religión y las leyes fueron inventadas por quién sabe quién, para mantenernos dormidos. Todo fue orquestadamente planeado para limitar nuestro comportamiento de acuerdo con la voluntad de quien las creó. Sí, todo fue programado para que actuáramos conforme a ciertos parámetros y nos sintiéramos disminuidos; faltos de poder; avergonzados; culpables; rechazados; abandonados; traicionados; humillados y en últimas: INDIGNOS. Oh, nuevamente me disculpo ante los religiosos y los amantes de la ley y el orden, si se sienten atacados; créanme que no es mi intención. Sólo me permito decirles que la ética y la moral que subyace en lo que profesan, no es más que un disfraz de muy alta costura para mantenernos separados. Así es, nos dices qué hacer; qué no hacer; por ninguna parte nos dicen cómo y sus múltiples métodos de represión nos llevan a lo mismo: a estar destinados a repetir comportamientos porque no satisfacen las necesidades humanas, en ese sentido, haciéndonos víctimas del sistema. Ah, pero basta ya de frases y argumentos bien armados, que imagino los están exasperando. Tal vez en estos momentos están pensando que eso no es lo que quieren oír; que lo que ustedes quieren oír es mi defensa. Pues mi defensa, es mi no defensa. Y eso no quiere decir que no me exprese. Todo tiene su tiempo, sean pacientes y esperen a que termine. Porque cada palabra que pronuncio está ordenada bajo ciertos códigos y verdades que el simple lenguaje les impide procesar como el mismo lenguaje los procesa. Pero están allí.

Voy a contarles una historia, una muy sencilla, por cierto, para que reflexionen un poquito acerca de mis palabras, que no son mías sino que les son dadas a través de mí. Bueno, mi historia, no es tanto una historia, como una metáfora en forma de pregunta. Respóndanme ¿qué diferencia existe entre una persona que injuria a otra y ésta última reacciona dándole golpes a la primera; la primera se defiende y terminan en una pelea en la que ambos salen además de lastimados físicamente, heridos en sus emociones porque ninguno de los dos queda satisfecho con la golpiza que se propinaron, sea porque consideren que los golpes que dieron o recibieron no corresponden a la gravedad de la falta y estén pensando continuar con la riña y una persona que injuria a otra y ésta última reacciona emprendiendo acciones legales en contra de la primera; la primera se defiende ante el juez; el juez determina la sanción e impone la multa a cancelar y/o la condena a cumplir y ninguno de los dos está conforme con la decisión porque sienten que la condena y/o la multa no corresponden a la gravedad de la falta y en esta situación ambos salen igual de heridos en sus emociones que los dos primeros? ¿Acaso la diferencia para ustedes estriba en que los dos primeros personajes reaccionaron “en caliente” tomando la justicia por sus propias manos y los dos últimos tuvieron que esperar un tiempo a que el proceso legal empezara y terminara? ¿O acaso la diferencia radica en que los dos primeros resolvieron ellos mismos sus conflictos y los otros dos involucraron no sólo al juez sino a las otras personas que sirvieron de testigos en el proceso? En ambos casos, ¿no terminaron heridos quizás en mayor grado que cuando todo inició? ¿Qué aprendieron de todo esto? ¿Acaso se restableció la comunicación entre ellos? ¿Fueron más y mejores personas al final? ¿Trascendieron a la separación? Entonces, la solución es no defenderse, me dirán… Ah prosigamos.

La religión les dice: no levantes falsos testimonios, ni mentiras; no mates, no robes; no cometas adulterio so pena de recibir un castigo divino; el Mesías se inmoló por tus pecados por eso ya te salvaste, pero para recibir la Salvación has de seguirle; hagas lo que hagas siempre estarás en pecado, porque fuiste marcado con el pecado original, por eso toda tu vida has de vivir renovando tus promesas al Mesías, asistiendo a ritos y ceremonias, pagando diezmos y demás menesteres religiosos que les conciernen. ¿Acaso no es una vil incoherencia y una vil extorsión que termina lucrando a quienes reciben tu dinero? Pasemos a las leyes. En su valorada Carta Magna dice: todas las personas tienen derecho a la vida, al buen nombre, a la intimidad, a la libertad y si violas esos derechos y eres acusado, serás sentenciado a pagar una multa e/o ir a prisión. ¿Cuántos inocentes no son sentenciados culpables y se encuentran privados de su libertad? ¿Y cuántos culpables no son declarados inocentes y se encuentran haciendo de la suyas con total libertad? ¿Quién determina cuándo eres libre y bajo qué términos? ¿En ambos casos (política y religión) no se está coartando el libre albedrío con el que fuimos creados encasillando el comportamiento para mantenerlos controlados? Ambigüedades como éstas, abundan en sus libros religiosos y en sus leyes; sus líderes las utilizan, a su conveniencia, indistintamente con ustedes y ustedes se los permiten porque quieren seguir dormidos rechazando el poder que les fue dado desde el inicio de los tiempos de ser su propia ley, su propia autoridad, su propia religión. Ah, ya los oigo defendiendo sus doctrinas y sus leyes… Aún tengo más…

Si el caso que nos concierne es la acusación/defensa y la sentencia/evolución, díganme ¿qué sentido tiene defenderme de sus acusaciones si la separación continuará manifestándose entre nosotros porque por mucho que me defienda, yo no voy a sacarlos de sus propios argumentos, ni ustedes del mío, aún después de escuchar la sentencia de quien sea que la dictamine en este caso? ¿Quién determina quién tiene la razón? Ya les mostré cuán ambiguas pueden ser la política y la religión. Ahora, ¿es necesario tener la razón? ¿Se puede ir por la vida sin tenerla? Entonces, ¿qué sentido tiene defenderse? ¿Qué sentido tiene si cada vez que consideren necesario se reunirán, acusarán a alguien; éste se defenderá; culpable o inocente, lo sancionarán creyendo que con ello cambiará su comportamiento; cuando cumpla su sentencia, lo seguirán juzgando y lo marginarán de sus actividades o lo incluirán en ellas recordándole en cada oportunidad su falta y este ciclo continuará perpetuándose por los siglos de los siglos hasta que no hayan recordado lo que los hace sentirse separados y salgan de él sintiéndose uno hasta con quienes los acusan? Hagan extensivo este planteamiento a sus prácticas religiosas. Ah, “el que calla, otorga”, les escucho decir sumidos en su intención de involucrarme en el drama de escuchar mi defensa… Pues sí, callo y les otorgo el derecho de permitirme evolucionar, acto que les agradezco y también me permito participar en su evolución sin interferir y me doy las gracias por ello.- Puntualizó.

Un gran suspiro salió de Él/Ella, sabiendo que, en ese diálogo imaginario, sus palabras le habían hecho sentirse feliz. Ya sabía, que la alegría no era la efímera satisfacción de su ego que se sentía triunfador por haberle respondido inteligentemente al coordinador; ahora era diferente. Ya había recobrado la paz; no se sentía fragmentado/fragmentada hiriendo mentalmente a los demás; por el contrario, se había permitido integrarse aportándose mentalmente luces para experimentar unidad.

La necesidad de narrar las escenas mentales en la que había pasado de reaccionar con ira camuflada en sarcasmo a actuar desde la calma, para agradecer su bendición y descubrir algunos otros recuerdos escondidos en ese cuadro, cobraba vida. Sí, se dio cuenta que la frecuencia energética en la que vibraba estaba allí para servirle; que dependía de Él/Ella cómo la utilizaba sin negarse la experiencia de los pensamientos y sentimientos que afloraban en el proceso y que en últimas el observarse redefiniendo la forma como reaccionaba a ella le permitiría abrirse paso a otro nivel de consciencia.

Escribió su experiencia; luego, leyéndola descubrió, que en ambas escenas, había sido culpado/culpada injustamente. ¿Qué tenía que ver la justicia en todo esto si durante toda su vida se había esforzado en defenderse de las acusaciones injustificadas de sus padres, familiares; amigos y jefes, muchas veces sin los resultados que esperaba? ¿Dónde encajaba el hecho de que en estas dos escenas renunció a la necesidad de defenderse, por lo menos de la forma en que acostumbraba? ¿Qué le hacía sentirse víctima de los demás? Sabía que desde el inicio de los tiempos, había tenido muchas experiencias al respecto; pero también se sabía victimario en otras ocasiones; así que con esa consciencia en este momento del juego, estas dos facetas de víctima y victimario, no constituirían, el fundamento de su evolución. Esas preguntas que lanzó al universo habían de responderse desde la perspectiva de la unidad, desde la integración de sí mismo/misma. Y habiendo determinado la aclaración de sus cuestionamientos, se retiró a descansar con la certeza de haber avanzado en su caminar. Anteriormente se le había dicho: “Todo tiene su tiempo, sé paciente. Espera”. Por lo que recordando este regalo se mantiene atento/atenta a las señales. Se dio las gracias por todo lo que había redescubierto y con una sonrisa en su rostro, exclamó:

¡Sigo expandiéndome  y me amo por ello!

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